viernes, 22 de febrero de 2013

Páginas malditas - Capítulo Especial St Valentín

La habitación era espaciosa, decorada e impoluta. Diego de la Vega se encontraba durmiendo plácidamente entre sedas. La chimenea solo conservaba lo que la noche anterior consumía el fuego goloso para mantener la habitación caliente.

A nuestro protagonista le esperaba un día que jamás olvidaría...

Señor, ya va siendo hora de que se prepare para almorzar. En unas pocas horas tendrá que estar la habitación libre - dijo una voz ronca y gastada -

Me desperté feliz. Rodeado de comodidades - Bostecé mientras luchaba por despertarme del todo - Muy bien, gracias por despertarme. En breve estaré fuera - dije medio dormido -

Lo primero que hice fue asomarme a la ventana. Las calles de Lyon eran preciosas. Llenas de vida y mil negocios por descubrir me aguardaban. Aunque tenía algo importante entre manos y no podía llegar tarde.
Cogí algo de frió así que cerré las ventanas rápidamente y me vestí. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba desayunando en el comedor del hotel.

Para almorzar tomé "Andouillette". Unas riquísimas salchichas con la mejor mostaza que jamás había probado. Un plato muy famoso de Lyon y que cualquiera que se lo pueda permitir, debería comer.

Como mi carro estaba en buenas manos junto a Fortuna en el establo del hotel me podía permitir el lujo de ir por las calles de aquella ajetreada ciudad sin ir cargado.

Vaya, tú no eres de por aquí verdad joven? - dijo una voz melosa -
Me giré y me quedé atónito. Su larga melena negra como el carbón, labios rojos como el fuego y unos ojos verdes esmeralda habían capturado por completo mi atención y mi razón...
Pero bueno! - exclamó la mujer - Te has quedado de piedra en cuestión de segundos - echó a reír finamente, tapándose la boca con los dedos de la mano izquierda -
Te interesa comprar perfumes? tengo todos los aromas conocidos y por conocer en pequeños frascos de cristal. Lo que no encuentres aquí difícilmente lo podrás comprar en otra parte.
Eh si, si, perfumes... tienes alguno que huela a ti? - pero que...qué digo? el subconsciente me había traicionado, pensé angustiado, ya que no sabía la reacción de ella -
Resulta que tenemos aquí a un Don Juan parece ser, pero el aroma que me pides es demasiado exclusivo. No lo vendo en un frasco de cristal! - exclamó la chica alegre mientras me calaba cada vez más con sus preciosos ojos -
Dejaré la compra a tu elección - dije tranquilo, confiado en que no me decepcionaría -
Bueno pues tengo uno muy especial - la mujer se agachó para agarrar algo que había detrás del mostrador del puesto - Vamos a ver si esto te gusta. Es de lo mejor que tengo y solo me queda este.
La chica, con sus delicadas y morenas manos quitó el envoltorio de tela. Un frasco de vidrio de colores rojos y negros se fundían en una aparente lucha eterna.
Le llamo fuego eterno.  Mi bisabuelo, el que empezó el negocio y creador de este perfume, decía que en el día más caluroso del año, si te ponías unas gotas de esta fragancia podrías conseguir a la mujer que quisieras para siempre - explicó ágil la muchacha, sabiendo que no dejaría escapar la oportunidad de adquirir semejante rareza -
Lástima que estemos en invierno - dije bromeando - Cuanto será?
Bueno, me has caído bien. Te tendría que cobrar 50 croats pero si me prometes que no me olvidarás te lo dejo a 30 - dijo acercándose a mi lentamente -
Cómo olvidarte? Esos ojos se quedarán grabados en mi memoria hasta el fin de mis días - pensé mientras entregaba el dinero casi sin darme cuenta -

Me despedí de aquella peculiar vendedora y me fui hacia la casa "or et l'argent". Unos conocidos que siempre tenían cosas buenas para mi tienda de Barcelona.

Por mucho que visitaba Lyon, no conseguía memorizar las calles con exactitud. Era como si estuviesen vivas y se cambiaran entre ellas al azar. Me volvía loco!
Al fin conseguí encontrar la entrada. La calle no tenía salida. El fondo de la misma era la puerta modesta de la familia "or et l'argent".

Sinceramente no entendía el porqué de una entrada tan sosa cuando el interior era espectacular.

Llamé a la puerta y nadie contestó. Vaya, que raro, quizá he llegado pronto...-me dije extrañado-
Esperé un rato y volví a aporrear la puerta con esperanzas de que alguien la abriese.
De repente, sin contestación alguna la puerta se abrió.

Shhhhhhh, pasa y no digas nada - dijo una voz familiar –
Pero que haces aquí? trabajas aquí o... -pregunte con voz baja a la chica que me abrió la puerta, que era la misma que me había vendido el perfume-
Te dije que no me olvidases y por ahora no lo has hecho - me sonrió dulcemente -
Acompáñame, y sobre todo no hagas ruido – dijo la muchacha -
Por cierto, una última cosa...

Mi cuerpo se paralizó, no podía creer lo que estaba sucediendo. Vi como su figura perfecta se acercaba hacia mí, cada vez veía más de cerca sus ojos verdes y sus labios rojos. Llegó el momento en que incluso podía sentir su respiración en mi rostro y de pronto nuestros labios estaban unidos. Eran carnosos y suaves. Su hipnotizante fragancia me dejó medio adormilado. El corazón me latía con fuerza, lo notaba en mi cuello como si en cuestión de segundos fuera a salir disparado.
Hubiese alargado ese momento toda una eternidad, pero ya se sabe, lo bueno dura poco.

La chica se apartó, me miró con las mejillas algo sonrojadas y mientras se alejaba dijo - Me llamo Mia -

Mia... susurré mientras la mujer que en cuestión de horas había hecho sentir cosas que no conocía hasta ahora se desvanecía escaleras arriba.

Pasó el tiempo y me encontraba yo solo, esperando a mi buen amigo Alfred mientras intentaba creerme lo que había pasado. Era tan bueno que dudaba de aquel recuerdo tan reciente.

Al fin Alfred! Llevo un buen rato esperando! - Exclamé contento de ver a mi amigo -
Pero como has entrado? Si yo estaba en mi alcoba preparándome para tu llegada y la puerta estaba cerrada! - exclamó Alfred extrañado -
Pues me abrió...-un momento...- La puerta estaba entre abierta y pensé que no te importaría que esperase en el salón. Hace un frió insoportable fuera - dije sonriente, mientras pensaba en Mia -


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